La piel
La Habana, mayo de 2013
Nació en la casa que su padre contruyó en 1926. Vivió en ella su infancia y su adolescencia. Ahí estudió su carrera universitaria. Y se casó. De golpe llegó el momento transcendente en que hubo que decidir. Padres y hermanos acabaron saliendo del país. El decidió permanecer, no abandonar la casa familiar, protegerla sin otros medios que su simple presencia. Uno tras otro, todos esos años se fueron con lentitud tediosa, sin embargo ahora se da cuenta de que el tiempo ha volado de manera inexorable.
A sus casi ochenta años tiene la sensación de haber vivido una vida extraña. En la piel de la mansión familiar, y de las cosas que la llenan, se ha desarrollado el mismo proceso de decadencia que en su propia piel.
Pero no así en su estado emocional. El mundo doméstico que durante todo este tiempo le ha rodeado es el mundo que él ama, lo único que tiene, es su burbuja vital cargada de recuerdos, de ausencias que hablan de presencias, y posiblemente de fantasías.
Se llamaba José Miguel Alonso y falleció en 2017.
Llegué a conocerle bien y tuve con él charlas muy interesantes
Sabiendo cómo había sido su vida, la noticia de su muerte me produjo tristeza y desesperanza.