LA
NOCHE
AMERICANA

La Habana, noviembre/diciembre de 2012

Pedro Coll photo

Todo proceso creativo tiene su origen en la soledad.

Pero el cine es un trabajo de equipo, y su exigente desarrollo se basa en un conjunto de innumerables soledades individuales que buscan un objetivo común.

Sometidos a una disciplina castrense, cada uno de los miembros que conforman el proyecto tienen su cometido muy bien medido. Obviamente existe una clara estructura jerárquica que se respeta de manera exquisita.

Todo ese arco de individualidades, que va desde quien dirige hasta el último runner, fue objeto de mi voyeurismo con igual interés y respeto, sin hacer distinciones.

Evitando que se notara mi presencia, desde las sombras, estuve hurgando en el aislamiento que envuelve a cada participante frente al reto común.

Esto se ve en las imágenes.

Absorbido durante días por aquella peculiar atmósfera no es extraño que, de manera insistente, ocuparan mi mente dos maestros del cine a quienes admiramos todos:

Néstor Almendros, español y cubano, Oscar de Fotografía en 1978, del que tanto aprendí leyendo Días de una cámara.

Y Truffaut en una de sus últimas películas: La Noche Americana, de 1973, Oscar en 1974 a la mejor película en lengua no inglesa. De ahí el título de este trabajo.

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