DOS MÁS DOS ES CUATRO

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DM | 10·03·21 | 19:53

En todo este ruido que nos invade hay una alta dosis de ideología ‘ultra’ desatada. Una definitiva ‘salida del armario’. Y hace que los árboles no nos dejen ver el bosque.

Después de una cruenta guerra civil de 3 años y una dictadura de 36 este país logró pasar a un sistema democrático sorteando ruido de sables de diferentes intensidades. El último y más peligroso fue el de 23F que acabó como acabó. Nada menos que 40 años creyéndonos haber aprendido la lección y parece que volvemos a estar en las mismas. Los hay en este país -y son muchos menos de veintiséis millones- que siguen sin aceptar el juego democrático. Para ellos su verdad es la única y las otras son siempre perniciosas y malignas.

Tenemos una Constitución solida y pactada por todos, necesite o no ajustes. Tenemos un ordenamiento jurídico que traza los límites, al margen de comprensibles interpretaciones en uno u otro sentido. Nuestro arco político está conformado por diferentes partidos que van de la extrema derecha a la extrema izquierda, todos ellos votados por ciudadanos con derecho a hacerlo.

En las últimas elecciones ganó el partido socialista que, para gobernar, necesitaba del apoyo de otros. Por lo que sea se coaligó con un partido de extrema izquierda, legítimamente constituido, sin contravenir ninguna ley. En 1984, el partido Comunista Italiano se convirtió en partido más votado de Italia. No se hundió Italia, ni hubo ruido de sables. Gobiernos o pactos de coalición, de izquierdas, de derechas o de izquierdas y derechas, se han dado en las democracias, también en nuestras autonomías.

Desde las últimas elecciones, los partidos de la oposición conservadora están poniendo en duda la legitimidad de la coalición de izquierdas del Gobierno. Tildan de intenciones espurias a partidos que se sitúan en el otro extremo ideológico y que, legítimamente, piensan de otro modo. Sin embargo, en caso de necesidad, esta oposición de derechas aceptaría el apoyo de la nueva y dura extrema derecha, también constituida cómo partido legítimo. Varas de medir diferentes utilizadas sin pudor.

Todos recordamos las veces que PSOE y PP han gobernado con mayoría absoluta, pasando su rodillo. Y si no la han tenido, se han valido de los decretos. Hubo un momento en que Aznar nos metió en una guerra que nadie quería (ni sus mismas bases) y mintió en el momento del grave atentado yihadista. Todo eso se lo tragaron más de 26 millones de españoles que no estaban de acuerdo. Al final, las urnas pasaron factura. La democracia es un toma y daca sometido al control de los ciudadanos.

Consciente de que por ahora ha perdido su acceso al poder, la oposición actual y sus medios de comunicación intentan influir en estamentos que deben ser neutrales según la Constitución -Ejército, Judicatura, Monarquía- a los que siempre ha considerado

afines. ‘Son nuestra gente’, dijo una diputada ‘ultra’, refiriéndose a los militares firmantes de los manifiestos.

La democracia moderna no es perfecta y se ha ido haciendo mayor, pero sigue siendo mejor que cualquier otro sistema. El golpismo militar -de inmediatez represiva- nunca ha evolucionado de manera voluntaria hacia una democracia. Franco y Castro murieron de viejos, con las botas puestas; en Cuba siguen aún sin superarlo. Dos ejemplos claros y próximos, de diferente signo, de las consecuencias letales del golpismo, llámese Cruzada o llámese Revolución. Para fortuna de todos, pendientes aún de algún detalle, EEUU ha acabado dándonos ejemplo. Allí, los votos han finiquitado la trayectoria de un ultra iluminado que amenazaba, mentía, insultaba y despedía por twitter, que legislaba odiando. Imaginamos donde hubiera querido llegar de hacerse con el poder absoluto. El sistema democrático (reparemos en la actuación hasta ahora ejemplar de su sistema judicial, más conservador que progresista) le ha parado los pies y su sucesor va a tener por lo menos cuatro años para arreglar el estropicio.

Se trata de aguantar cuatro años, cómo han aguantado los norteamericanos, como aguantaron aquí los que están ahora en el gobierno mientras estaban en la oposición, como se aguanta en todas las democracias de hoy. Y de trabajar durante este tiempo para convencer al ciudadano y superar con los votos a los ciudadanos que piensen diferente. Con los votos.

Tan sencillo cómo que 2+2 es 4. Lo entendería un niño de primaria.
©Pedro Coll https://www.diariodemallorca.es/opinion/2020/12/10/2-2-4-26118401.html

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