LA
ISLA
NEGRA

Recuerdo la vez que visite La Alhambra de Granada. Tenía sólo unas horas y esperaba salir de allí con algunas fotografías válidas, era una visita improvisada, no estaba obligado a nada. Pero el impacto emocional que recibí ante aquel espectáculo fue tan grande que en ningún momento de mi recorrido fui capaz de alzar la cámara y mirar a través del visor, miento, sé que la única vez que lo hice desistí inmediatamente: me era imposible, por lo menos en aquel momento, hacer justicia a tanta belleza. Hasta desistí de seguir caminando, me senté en el suelo y, rodeado de un silencio especial, me dediqué a mirar y absorber. Aquella especie de microcosmos me había cogido por sorpresa. Me dije que un día volvería, pero ese día no ha llegado.
 
Con Lanzarote viví una sensación muy parecida, aunque el hecho de ser un espacio abierto y disponer de más tiempo me ayudó a superarlo.

A veces, ante situaciones muy especiales, ni las palabras ni las imágenes son suficientes para poder expresar y transmitir lo que uno siente, entonces no queda otra que relajarse y disfrutar, sí, egoístamente.

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