BLOW-UP

Blow-Up, de Michelangelo Antonioni, puso ante mis ojos aún adolescentes un mundo por el que he acabado transitando hasta el día de hoy. A partir de aquel momento, la riqueza comunicativa de la fotografía me iría atrapando a través de la obra de personajes de carne y hueso de diferentes perfiles, Cartier-Bresson, William Klein, Richard Avedon, Josef Koudelka... pero aquel fotógrafo de ficción, me refiero al creado por Antonioni, tan obsesionado, capaz de estar trabajando por la mañana en un reportaje, camuflado como un demente más en un lúgubre manicomio estatal y, horas después, enfrentarse en su estudio a una sensual sesión de moda, siempre concentrado en su mundo interior fuera del cual nada más existía, aquel personaje de película, inventado, pero tan seductor, nos trazó una ruta a muchos de nosotros, jóvenes hambrientos de algo especial, y nos abocó a una irrenunciable manera de vivir con la obligada aceptación de desconocidos efectos colaterales, el más importante de ellos la incógnita de lo que el futuro nos depararía en una profesión tan complicada.

La sesión fotográfica en la que él y la modelo Veruschka, una de las primeras “top” de la historia de las “tops”, se alían y enfrentan en la soledad de su alternativo y caótico estudio -todo un coctel de inspiración y de morbo- se convirtió en un icono para muchos jóvenes atraídos por el emergente mundo de la fotografía. El Londres de finales de los 60, innovador, provocativo, iconoclasta, libre, tan profundo como loco y superficial y, sobre todo, tan alejado del ambiente pastoso y “naftalino” que aquí aún nos envolvía, caló en muchos de nosotros como agua de mayo.

La conexión entre fotógrafo y modelo en un estudio, un espacio frío, muy técnico, sin otros recursos que el control de la iluminación y la imaginación y el atrevimiento de cada uno, es siempre un reto a dos manos, un tête a tête con responsabilidad compartida al cincuenta por cien.

*La película BLOW-UP, de Antonioni, 1966, estuvo inspirada en ‘Las babas del diablo’, una narración corta de Julio Cortázar.

Pedro Coll fotografía

Cartel de la película Blow-Up, dirigida por Michelangelo Antonioni en 1966.

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